martes, 5 de mayo de 2009

El Inicio De Nada

 Es temprano como todos los días en los que me levanto para ir al trabajo. Preparo mi desayuno, mi ropa de trabajo, mis utensilios para el trabajo, me despido de mis hijos y salgo junto al sol a la calle. Lo primero que veo este día es a un perro que se me acerca, no muy amenazador, pero, sin saberlo yo, con mala intenciones. Al acercarse a mi salta con su hocico abierto en  dirección a mi rostro, pero logro desviar su cabeza con el golpe que le di con mi bolso. Lamentablemente el golpe no fue muy efectivo ya que el perro alcanzó a coger mi brazo con la fuerza de su mandíbula. Fue tal la fuerza del perro que después de no mucho tiempo de forcejeo y gritos de mi parte terminó por sacarme de raíz el brazo izquierdo. La sangre corría desesperada por la vereda, la gente se alborotaba en el interior de sus casas por lo poco usual que es escuchar a un tipo gritando a las seis de la mañana un día jueves y mi familia se asomaba por la puerta para saber porque estaba gritando con tanto desazón.

 

 Nadie se explicaba lo que había pasado. El caballero que vive al frente vio todo lo que sucedió y le decía al resto de los vecinos, que de a poco se agolpaban para ver como me podían ayudar, que nunca había visto por estos lados al perro que me quitó el brazo.

 

 No sé quién fue el que llamó a la ambulancia, pero llegó al poco rato de que yo perdí mi brazo. Del vehículo se bajo un paramédico, nada muy especial, un hombre vestido de blanco y esas cosas. Con la ayuda de su acompañante sacaron una camilla de la parte de atrás de la ambulancia, pero en ese momento me di cuenta de algo. A pesar de la traumática situación que estaba viviendo no sentía dolor y le dije a los paramédicos que no se preocuparan, que podía caminar bien, que por favor se preocuparan de detener el sangrado que era bastante. Al principio, obviamente, se vieron anonadados ante lo que les decía yo con respecto a mi no dolor, pero probaron metiéndome un palo por la herida que tenia a la altura de mi hombro. Al ver que mi cara no se deformaba en señal de dolor se dieron cuenta de que lo que les decía era verdad, no había nada de dolor, solo sangre. Al darse cuenta de esto el paramédico, que parece que era el jefe, hizo un llamado y dijo: “¿aló? Mijo, acá tenemos un R-45 ¿Qué le damos?” La multitud estaba expectante y conmocionada por lo extraño de la situación, pues todos sabían que cuando un pierde una parte del cuerpo sin sentir dolor se está frente a un código F-08, no un R-45. Le hicieron saber esto al paramédico, pero este dijo que acá el era el profesional, no los señores de la familia Miranda que se les había reunido en el momento menos preciso. Mientras tanto el otro paramédico entró a buscar una pastilla a la ambulancia que hicieron que me tomara y aguantara la respiración durante veinte segundos, después de eso debía gritar lo mas fuerte que pudiera. Seguí las instrucciones y pasó lo mas impactante que he visto en mi vida. Empecé a sentir que algo dentro de mi se movía con mucha excitación y fuerza. Un frío recorrió mi cuerpo y un brazo creció en el lugar que alguna vez hubo un brazo. El paramédico dijo que esa era una nueva tecnología que se estaba usando a causa de unos perros quita brazos que andaban dando vuelta por el mundo. Sin embargo, me hizo saber que debía ir con ellos, pues me harían estudios para saber la procedencia de estos perros.

¿Quién soy en realidad?

Siguidores